Para comprender la muerte y el Mictlán, es
preciso entender la cosmovisión de los mexicas. Los mexicas tenían
una concepción dual y cíclica del mundo. Para este antiguo pueblo, la
vida sé regia por pares opuestos: vida y muerte, hombre y mujer, frío y
calor, noche y día, entre otros.
Para los mexicas, la muerte significaba "la desagregación y dispersión de los componentes del ser humano". Es decir, era una transformación y parte de un proceso cíclico. La muerte era un proceso que duraba cuatro años, el mismo tiempo que un cuerpo tarda en desintegrarse hasta quedar solo el esqueleto. Durante este largo período de tiempo, los difuntos tenían que cruzar nueve casas o habitaciones hasta llegar a su destino final.
Pero ¿Qué es el Mictlán?
De acuerdo con el Gran Diccionario Náhuatl, Mictlán significa infierno,
otros lo traducen como "lugar de los muertos". A esta región también se le
conoce como "Nuestra casa definitiva", "El lugar común a donde iremos a
destruirnos, a perdernos", "El lugar al que todos vamos", "A donde todos van", "El lugar de los descarnados", "Lugar de los dañados", "Casa de la oscuridad" y "Casa de la noche", entre otros significados.
El Mictlán es el lugar al que descendían las personas que no había sido elegidas por Sol (Tonatiuh) o por Tláloc, el Dios de la Lluvia. Para llegar a su lugar de descanso, tenían que pasar por una serie de pruebas, de lo contrario, desaparecían.
Esta creencia nos llega gracia a restos de ritos funerarios. Por ejemplo, existía la costumbre de enterrar un perro —un xolozcuincle— junto al muerto. Y es que se pensaba que sólo este animalito podía ayudar al alma del difunto en su último viaje: cruzar el Mictlán.
Diferentes leyendas, representaciones visuales y
códices antiguos definen al Mictlán como un
lugar desconocido, peligroso y oscuro, el cual tiene nueve niveles. Estos
nueve niveles están relacionados con la putrefacción, lo fétido, lo frío, lo
húmedo, lo acuoso, la oscuridad y la noche.
Los animales relacionados con el Mictlán eran
búhos, murciélagos, gusanos y ciempiés, los cuales estaban al servicio de Mictlantecuhtli y
su consorte Mictecacíhuatl.
Los expertos señalan que el Mictlán se ubicaba en
el norte, pero también en el centro y debajo de la Tierra. En la cosmovisión
mexica, la Tierra era considerada como un ser que devoraba la carne de
los difuntos. A la hora de morir, los mexicas pensaban que estaban
saldando su deuda con la Tierra, ya que, al morir, le daban continuad al ciclo
del universo.
¿Dónde se encuentra el Mictlán?
No se sabe el lugar exacto. Algunos aseguran que el Mictlán
está en las entrañas más profundas de la Tierra, mientras que otros afirman que
se encuentra en el Norte.
Si tomamos en cuenta que Este y el Oeste estaban gobernados
por el Sol y que el Sur correspondía a Tlacoc, tiene sentido que el Norte
pertenezca al Mictlán.
Fuere como fuere, el Mictlán estaba concebido como un oscuro
lugar subterráneo, por el cual el Sol pasaba al final de cada día, iluminando a
los muertos.
Los dioses del Mictlán, el señor y la señora de los muertos
son Mictlantecuhtli y Mictlancihuatl. A ellos se les tenía que hacer una
ofrenda para el descanso eterno.
Ambos son los que supervisan los nueve niveles y el camino
de los muertos para poder llegar a su morada final.
¿Quiénes iban al Mictlán?
Al Mictlán se dirigían por igual nobles y plebeyos, sin
distinción alguna de rango ni de riquezas, pues la muerte no discrimina a
nadie.
Viaje por el Mictlán: Niveles que se debían atravesar
Parte de los rituales funerarios para despedir a los
difuntos en el México prehispánico era la confección de un discurso fúnebre de
gran significado y después, el difunto abandonaba este plano terrenal y
despertaba a la orilla de un río, que sería la primera de las pruebas para
encontrar el descanso eterno de su alma. Este viaje no era una tarea sencilla,
pues cada nivel ponía a prueba su carácter, convicción y resistencia.
- Primer nivel: CHICONAHUAPAN
También llamado Itzcuintlan o "lugar de perros", este sitio
estaba a la orilla de un caudaloso río, que el muerto debía atravesar con la
ayuda de un xoloitzcuintle de color pardusco.
El color era importante, puesto que, si se le pedía ayuda a
un perro de color blanco, este se negaría y si se le pedía ayuda a un perro
negro, este no aceptaría la tarea:
- Segundo Nivel: TEPECTLI MONAMICTLAN
El "lugar de los cerros que se juntan". En este nivel se
dice que existían dos cerros que se abrían y se cerraban, chocando entre sí de
manera continua. Los muertos, por lo tanto, debían buscar el momento oportuno
para cruzarlos sin ser triturados.
- Tercer Nivel: IZTEPETL
En este lugar se encontraba un cerro cubierto de filosísimos
pedernales, que desgarraban los cadáveres de los muertos cuando estos tenían
que escalarlos para cumplir con su trayectoria.
- Cuarto Nivel: ITZEHECAYAN
- Quinto Nivel: PANIECATACOYAN
"El lugar donde la gente vuela y se voltea como banderas".
Se dice que este lugar se ubicaba al pie del último collado o colina del
Itzehecayan, donde los muertos perdían la gravedad y estaban a merced de los
vientos, que los arrastraba hasta que finalmente eran liberados para pasar al
nivel siguiente.
- Sexto Nivel: TIMIMINALOAYAN
"El lugar donde la gente es flechada". Aquí existía un
extenso sendero a cuyos lados manos invisibles enviaban puntiagudas saetas para
acribillar a los cadáveres de los muertos que lo atravesaban. Estas eran saetas
perdidas durante las batallas.
- Séptimo Nivel: TEOCOYOHUEHUALOYAN
Aquí los jaguares abrían el pecho del muerto para
comerse su corazón.
- Octavo Nivel: IZMICTLAN APOCHCALOLCA
En esta "laguna de aguas negras" (Apanhuiayo), el muerto
terminaba de descarnar y su tonalli (su alma), se liberaba
completamente del cuerpo.
- Noveno Nivel: CHICUNAMICTLAN
Aquí el muerto debía atravesar las nueve aguas de Chiconauhapan y,
una vez superado este último obstáculo, su alma sería liberada completamente de
los padecimientos del cuerpo, por Mictlantecuhtli y Mictecacihuatl, esencia de
la muerte masculina y femenina respectivamente.
Para transitar estas pruebas, el difunto debía ir surtido de
algunos amuletos y pertenencias para facilitar su camino, entre agua, mantas,
armas y papeles que dos oficiales le colocaban diciendo:
"Han terminado tus penas, vete, pues, a dormir tu sueño mortal", y así, tras un largo recorrido, el descanso eterno llegaba.
Al final de este largo viaje al Mictlán, el difunto debía
entregar a Mictlantecuhtli los tributos que se le habían entregado antes de
despertar a la orilla del río, pues no sería justo llegar ante el mismísimo
señor de la muerte con las manos vacías, ¿no crees?
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