Los pueblos fantasmas siempre tienen algo que
atrae irremediablemente a la gente. Tal vez es el aura ominosa que
despiden, con sus edificaciones caídas o erosionadas por las inclemencias del
clima. Muchos de ellos tienen orígenes trágicos, lo cual no hace sino avivar
más el interés de los turistas. México alberga uno de esos lugares.
México cuenta con su propia versión de Pompeya en el estado
de Michoacán, donde parte de la estructura de una iglesia señala el sitio donde
se encontraba el pueblo de San Juan Parangaricutiro, sepultado por las lavas
del Paricutín, el volcán más joven del mundo.
Como el Vesubio, que además de Pompeya arrasó con Herculano
y otras poblaciones al hacer erupción en el año 79 d.C., el Paricutín sepultó
al pueblo del que tomó su nombre, así como a San Juan Parangaricutiro, al nacer
en 1943.
Pero a diferencia del volcán italiano, que causó
probablemente la muerte de miles de personas (la cifra exacta no se conoce), el
mexicano no provocó ningún deceso durante su espectacular nacimiento, ya que
los pobladores alcanzaron a dejar sus casas antes de que la lava las alcanzara
días después.
Después de la erupción del volcán Paricutín, dos pueblos de
Michoacán quedaron bajo la lava. Uno era el poblado de El Paricutín y el otro,
San Juan Parangaricutiro, donde lo único que sobrevivió fue su iglesia.
El Paricutín es uno de los 3,000 volcanes monogenéticos,
aquellos que tuvieron una sola erupción y se apagaron, presentes en México.
El desastre que acabó con el pueblo
El volcán Paricutín es el más joven del continente, que
emergió en el campo del pueblo repentinamente tras varios temblores. Era
febrero del año de 1943 cuando sucedió el desastre natural que dejaría bajo la
lava a los dos poblados.
"El que vio cómo nació el volcán"
A sus 95 años de edad, Francisco Lázaro camina apoyado en un
bastón entre las rocas volcánicas, contando a los visitantes la historia del
nacimiento del volcán.
En un español titubeante, este hombre de la etnia purépecha
afirma que, más de un mes antes de la erupción, hubo terremotos y después se
abrió una grieta en la tierra que siguió creciendo durante dos o tres días.
Finalmente, en la tarde del 20 de febrero de 1943 el terreno
comenzó a elevarse hasta formar al cabo del tiempo un cono de 424 metros desde
la base, su altura actual.
"No tronaba nada, nomás se ve ceniza. Cuando ya
terminó, nació el volcán", dice Lázaro, que entonces tenía 18 años. Según
recuerda, a las nueve de la noche del mismo día "ya tronaba (el volcán),
aventaba viento, lumbre".
"Por eso corrió la gente, por susto. Ni cerraron las
casas, nomás agarraron lo que vieron", refiere.
Recuerda que un vecino le decía a la gente que era el fin
del mundo. "No sabe (esta persona) que nació un volcán", añade.
Nueve días después el volcán recién nacido hizo erupción,
sepultando a San Juan Parangaricutiro y a Paricutín.
Lázaro se dedica ahora a contar la historia del nacimiento
del Paricutín a los visitantes, que al llegar preguntan quién les puede ayudar.
Los lugareños responden, según cuenta el propio Lázaro:
"El que vio cómo nació el volcán".
Iglesia en ruinas de San Juan Parangaricutiro
No obstante, la iglesia del pueblo fue lo único que logró
soportar el desastre natural. Más que nada porque la iglesia es una
construcción del siglo XVIII. Lo que sobrevivió de la iglesia es parte de la
fachada, su campanario y un nicho. Inclusive, todavía llegan fieles a poner
veladoras e imágenes.
El fatal destino del pueblo original nunca se
olvida, y el tenebroso paisaje de San Juan Parangaricutiro queda
como una cicatriz imborrable, muestra de la descomunal fuerza de la naturaleza,
la cual puede arrasar con pueblos o ciudades enteras en un abrir y cerrar
de ojos.
Sin duda es un paisaje impactante para muchos. Pues
alrededor de las ruinas de la antigua iglesia hay una gran zona boscosa y lava
solidificada. Y cuando estás en las ruinas no se puede creer que debajo de toda
esa lava esté el pueblo original de San juan Parangaricutiro.
Sea milagro o enigma, cada año la visitan miles de turistas
que llegan a pie o a caballo. Y aseguran que se trata de una experiencia única.
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