Los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl son
la segunda y tercera montaña más altas de México y uno
de sus paisajes naturales
más icónicos. Son unos de los atractivos naturales más importantes de nuestro
país son los volcanes, el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl.
"El Popo", está ubicado en el centro de
México, aún se encuentra activo y de acuerdo con científicos de la Universidad
de Manchester, se trata del quinto volcán en riesgo de entrar en erupción en
los próximos años.
El Popocatépetl esconde una leyenda que lo une a la enorme montaña ubicada a su lado: Iztaccíhuatl, también conocida como "la mujer dormida". Las dos montañas protagonizan una de las historias de amor más importantes de la cultura azteca.
¿Conocen la leyenda de estos volcanes?
La leyenda de Popocatépetl e Iztaccíhuatl
Hace ya miles de años, cuando el Imperio Azteca estaba
en su esplendor y dominaba el Valle de México, como práctica común sometían a
los pueblos vecinos, requiriéndoles un tributo obligatorio. Fue entonces cuando
el cacique de los Tlaxcaltecas, acérrimos enemigos de los Aztecas,
cansado de esta terrible opresión, decidió luchar por la libertad de su pueblo.
El cacique tenía una hija, llamada Iztaccíhuatl, era la
princesa más bella y depositó su amor en el joven Popocatépetl, uno de los
más apuestos guerreros de su pueblo.
Ambos se profesaban un inmenso amor, por lo que antes de
partir a la guerra, Popocatépetl pidió al cacique la mano de la
princesa Iztaccíhuatl. El padre accedió gustoso y prometió recibirlo con
una gran celebración para darle la mano de su hija si regresaba victorioso de
la batalla.
El valiente guerrero aceptó, se preparó para partir y guardó
en su corazón la promesa de que la princesa lo esperaría para consumar su amor.
Al poco tiempo, un rival de amores de Popocatépetl,
celoso del amor de ambos se profesaban, le dijo a la princesa Iztaccíhuatl que
su amado había muerto durante el combate.
Abatida por la tristeza y sin saber que todo era mentira, la
princesa murió.
Tiempo después, Popocatépetl regresó victorioso a
su pueblo, con la esperanza de ver a su amada. A su llegada, recibió la
terrible noticia sobre el fallecimiento de la princesa Iztaccíhuatl.
Entristecido con la noticia, vagó por las calles durante
varios días y noches, hasta que decidió hacer algo para honrar su amor y que el
recuerdo de la princesa permaneciera en la memoria de los pueblos.
Mandó construir una gran tumba ante el Sol, amontonando 10
cerros para formar una enorme montaña.
Tomó entre sus brazos el cuerpo de su princesa, lo llevó a la
cima y lo recostó inerte sobre la gran montaña. El joven guerrero le dio
un beso póstumo, tomó una antorcha humeante y se arrodilló frente a su amada,
para velar así, su sueño eterno.
Desde aquel entonces permanecen juntos, uno frente a otro.
Con el tiempo la nieve cubrió sus cuerpos, convirtiéndose en dos enormes
volcanes que seguirán así hasta el final del mundo.
La leyenda añade, que cuando el guerrero Popocatépetl se
acuerda de su amada, su corazón que guarda el fuego de la pasión eterna,
tiembla y su antorcha echa humo. Por ello hasta hoy en día, el
volcán Popocatépetl continúa arrojando fumarolas.
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