Presente en la mayoría de las fiestas populares de México,
la pirotecnia es, generalmente, la culminación de la celebración, la última
ofrenda a un santo patrono del pueblo, un placer estético y lúdico que apenas
dura unos instantes.
La tradición se originó cuando los españoles, después de la conquista, introdujeron los juegos pirotécnicos para las celebraciones religiosas. Esta tradición se puede apreciar en muchos lugares del país y se practica cuando en el municipio hay una feria patronal. Los Toritos, son parte de la pirotecnia que no puede faltar en las fiestas patronales.
El Torito utilizado para la celebración está hecho de una
armazón de madera o de alambre forrado con papel o de otros materiales
resistentes al fuego, y está cubierto de cohetes. En el momento de la
celebración, es colocado sobre los hombros de un hombre, luego se les prende
fuego entre una multitud de hombres y mujeres, y el Torito es transportado entre
la gente quienes lo torean y corren para evadir ser alcanzados.
Se trata de un juego de diversión y apuro, de locura y
temeridad, donde la integridad física se expone bajo propio riesgo. La afición
que se lanza al ruedo lo sabe bien, no obstante, participa en el ritual
comunitario.
Durante estas fiestas patrias, en las celebraciones de los pueblos y en los festejos de la Virgen de Guadalupe y temporada decembrina, las ventas se incrementan.
Este arte ilumina y asombra, aunque también conlleva un
toque de osadía, sobre todo en los segundos mientras la estructura de palos y
cartón corre y lanza petardos, embistiendo con fuego en todas direcciones a su
paso.
Para quienes los ven de lejos es un gran espectáculo visual
que genera adrenalina, para quienes lo sienten desde cerca es un baño de
chispas y de identificación con su pueblo.
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